Pasado y presente de los centros especiales de empleo

Si en los tiempos en los que vivimos encontrar un empleo es un reto para cualquiera, lo es aún más para una persona con discapacidad. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la población mundial de personas con discapacidad es, aproximadamente, de 1.000 millones de individuos (un 15% de la población mundial). Se calcula que un 80% de estas personas están en edad de trabajar, aunque, por diferentes circunstancias, tan sólo una pequeña parte puede hacerlo. Un Centro Especial de Empleo (CEE) es una de las salidas que se le presentan a la persona con discapacidad para encontrar un empleo y para acceder a posibilidades de formación.

Trabajar es una actividad fundamental para conseguir la autonomía de las personas con discapacidad y ofrece el derecho a participar activamente en la sociedad. Los centros especiales de empleo cumplen un importante papel en la actualidad para facilitarlo.

 

Como hemos cambiado

Los primeros CEE´s en España comienzan a funcionar en la década de los años 80 del siglo pasado. Nacieron bajo el paraguas de la antigua Ley de Integración Social de los Minusválidos, actualmente reemplazada por la Ley General de Discapacidad.

Al principio en los CEE´s se realizaban tareas muy básicas como envasado de productos, actividades de lavandería o trabajos de imprenta. Esta última labor sufrió un duro revés como consecuencia de la crisis en el sector de las artes gráficas, cuando los documentos digitales sustituyeron a los de papel.

Sobre las dimensiones de estos primeros centros, raras veces sobrepasaban plantillas de más de 10 personas. Hoy es fácil encontrar CEE´s con más de un centenar de trabajadores y varias líneas de producción o de negocio. En estos centros operan tanto trabajadores con discapacidad intelectual como física, sensorial o afectados de enfermedades mentales.

Actualmente, la organización de un CEE es similar al de una empresa ordinaria, con departamentos dirigidos por un responsable que tiene que tener una visión tanto organizativa como empresarial. Además están los monitores, una figura profesional encargada de formar, supervisar y hacer seguimiento de los trabajadores. Dentro de este último aspecto de la labor de un monitor, una de sus tareas fundamentales es mantener un contacto directo con la plantilla. De este modo, en caso de detectarse una necesidad se podrá, por ejemplo, avisar al psicólogo/psicóloga del centro. Hay que tener en cuenta que en un CEE pueden trabajar personas con dificultades especialmente severas, a veces, con discapacidades superiores al 65% físicas, psíquicas o sensoriales. El grado de profesionalización alcanzado por los CEE durante estos años los ha capacitado para ofrecer servicios o productos con calidad similar (o incluso mejor) que los ofrecidos por empresas ordinarias.

En España los centros especiales de empleo que dan trabajo a unas 66.000 personas lo que los convierte en un agente indispensable en nuestra economía.

 

Labor social

Qué duda cabe que un CEE aporta un gran beneficio al conjunto de la sociedad. Por una parte, se ayuda a las personas con discapacidad a encontrar empleos dignos y remunerados. Por otro lado, en un CEE se desarrolla una labor de concienciación social respecto a los problemas de integración laboral de las personas con discapacidad.

 

Cumplir con la Ley

Los CEE’s además procuran que las empresas puedan cumplir con lo dispuesto en la Ley General de Discapacidad (LGD). Esta ley (Real decreto legislativo 1/2013), establece que, las empresas con más de 50 trabajadores, deberán tener, plantillas formadas, al menos por un 2% de trabajadores con más de un 33% de grado de discapacidad, o en su defecto y tras la obtención del certificado de excepcionalidad, cumplir con medidas alternativas como la contratación de servicios a CEE.

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